Frecuentemente asociamos vulnerabilidad con fragilidad o debilidad y rechazamos su potencia y su gran conexión con la empatía y con otros valores humanos.
La vulnerabilidad nos hace permeables, flexibles y disponibles al cambio que muchas veces presenta la vida.
Lo rígido se rompe, lo flexible se adapta. Un ejemplo de vulnerabilidad es una flor en la selva, que sobrevive a diferentes condiciones climáticas y efectos de la naturaleza.
Los momentos de crisis o de cambios profundos son momentos de profunda vulnerabilidad porque nos despojan de certezas y nos sacan de nuestras zonas de confort. Nos invitan a asumir que no siempre tenemos las respuestas para todo, a veces "no sabemos" y no pasa nada por ello. En definitiva, nos invitan a apoyarnos de nuestra vulnerabilidad, a dejar de confundirla con debilidad y a ir descubriendo su gran fortaleza. Y, de este modo, a volver a mirarnos como personas fuertes y sensibles, flexibles y disponibles al cambio.
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